martes, 18 de diciembre de 2012

Vocación frustrada




¿A ti también te pasa?

A veces conoces personas que, en realidad, dedican sus vidas a algo completamente ajeno y desconectado de lo que en realidad les hubiera gustado hacer.

En mi caso, mi vocación frustrada es clara, y todo el que me conozca con un poquito de intimidad, lo sabe. Sin embargo, parece que en este país, en este mundo de locos, el que realmente hace lo que le gusta y lo que quiere, el que persigue lograr sus sueños y no se vende por un salario fijo, una vida medianamente acomodada, una hipoteca decente y una jubilación más o menos segura, es un soñador, un valiente y un insensato a partes iguales.
 
Y yo me pongo a pensar y me doy cuenta de que, tal y como están las cosas, por mucha seguridad y mucho salario fijo que persigamos todos como borregos en un intento de aburguesamiento que casi parece que llevamos programado por defecto en el cerebro, en realidad, es todo una utopía, un engaño y, como norma general, salvo honrosas excepciones, el que vale, vale, y el que no, a seguir buscando, que de contratos fijos y despidos improcedentes está el mundo lleno.
 
Con lo que me digo: "total, ¿para qué?". Para qué vas a trabajar toda tu vida en algo que te hace profundamente infeliz, que te cuantifica -que no, cualifica- como uno más, un ciudadano atolondrado, que sale de casa cada mañana pensando "un día más" -o un día menos, según se mire-. Casi como robotizados nos levantamos, llegamos a nuestro lugar de trabajo, aguantamos con más o menos estoicismo, producimos, contamos las horas para volver a casa, salimos airosos, llegamos a casa y cargamos la pila ya desgastada para el día siguiente. Y vuelta a empezar. Otro día más, y otro más, y una semana más y un mes más, un año más... Y otra vida más... ah, no, perdón. Eso no. Que, hasta donde a mí me han contado, sólo tenemos una.
 
Al final, ¿qué nos queda? La vida la vivimos cada día que pasa, no sólo el fin de semana. Por eso es importante exprimirle el jugo cada día y cada hora, no sólo de viernes por la tarde a domingo por la noche. Considero tremendamente afortunados a aquellos pocos elegidos que, bien por valentía, bien por que lo han sudado y se lo merecen, o bien por puro azar, dedican cada día de sus vidas a hacer lo que les gusta, lo que les apasiona. Siento envidia, de la sana, claro. Son personas dignas de toda mi admiración.
 
También está el que sabe acostumbrarse/resignarse y que lleva su carga con una sonrisa. Éste, el soñador de tipo "B", ya no hace lo que le gusta, sino que le gusta lo que tiene que hacer, que no es lo mismo. Pero también tiene mi admiración, por que ese individuo sabe aprovechar lo que tiene, sabe sacarle la parte buena a lo que le ha tocado vivir y trata de ser feliz con ello, y hasta lo consigue. Pero no va de éstos mi escrito.
 
Yo, desde luego, trato de buscarle el lado bueno a lo que tengo, puedo considerarme una persona afortunada y, definitivamente, no tengo ningún derecho a quejarme de la vida que me ha tocado vivir. Eso sí, me esfuerzo, trato de progresar, de hacer lo que hago lo mejor posible y, por qué no decirlo, de tener mejor hipoteca, mejor jubilación, mejor aburguesamiento y, evidentemente, mejor salario. No es que me haya acomodado, por que mi trabajito me cuesta estar donde estoy y hacer lo que hago, la verdad. Son muchas, muchas horas de trabajo, unas más llevaderas y otras menos... pero, en definitiva, trato de hacer lo que se espera de mí, de conseguir lo que todos los padres desearían para su hija. Pero siempre, inevitablemente, con una espinita que a veces escuece más y a veces menos, sabiendo que siempre quise ser algo que, posiblemente, nunca seré.
 
Así que, apoltronada en mi cobardía, mi sentido común o mi incómoda comodidad, felicito desde éste, mi altavoz particular, a todas esas personas que han sido capaces de echarle el resto y perseguir sus sueños, que han dejado atrás los prejuicios y las convicciones sociales junto con la comodidad y la seguridad, que han estado por encima del encasillamiento al que el asalariado medio se somete y, por contra, no han renunciado a sus sueños, no han perdido de vista sus ilusiones y no han dejado de creer en que pueden hacer -o al menos intentar- lo que les hace verdaderamente FELICES.
 
Enhorabuena a todos ellos.
 
Desde el becario ninguneado que tiene claro que quiere ser un director ejecutivo de altos vuelos hasta el artista trotamundos que pasa penurias en su búsqueda de reconocimiento, pasando por el opositor que echa más horas estudiando que viviendo y sin olvidarme de la mujer que compagina su trabajo no remunerado de madre-ama de casa con sus estudios preuniversitarios por que quiere dedicarse a alguna cosa que exige título oficial.     
    
Desde luego, no quiero que se me malinterprete. No se puede vivir de la sopa boba y me da mucha risa de todos esos mindundis que, como no han conseguido lograr su sueño o vivir de él, se quejan y exigen ayudas porsucarabonita en vez de ponerse a currar de lo que les toque, adaptarse a la realidad que tienen y apechugar, como hacemos la inmensa mayoría de los ciudadanos.
 
Es decir, no debemos soportar unos la carga para que otros realicen sus sueños. Lo mismo que dije antes, el que vale, vale y el que no vale o no ha tenido suerte -que también puede ser-, que se adapte. Que está muy bien intentarlo, pero no condicionarnos a los demás a pagar los fracasos de los soñadores... (vaporalosactores-pidesubvenciones, porsinosehanotado). 
 
En fin, como iba diciendo, mi enhorabuena.
 
Y, para ser coherentes, mi enhorabuena también a aquellos que lo intentaron, no lo lograron, y sin embargo, han sabido adaptarse, seguir pá-lante y ser felices con lo que les ha tocado. Enhorabuena a los soñadores de clase "B".
 
Yo, de momento, seguiré tratando de ser una clase "B".

Y tú, ¿de qué clase eres?